ALHÓNDIGA
En la fachada meridional de la Plaza Mayor se encuentra otro de los edificios
señeros de la villa. Se construyó en 1653 (de 1623 es el diseño de la fachada del palacio
ducal). En la planta baja estuvo la alhóndiga para transacciones de cereales y alimentos
diversos (hoy acoge a la Oficina de Información Turística) y arriba se asentó el
concejo, siendo hoy sede del Centro de Iniciativas Turísticas. En sus traseras estuvo la
cárcel comarcal y de los muros de la alhóndiga surge el callejón de la cárcel. Está
formada por dos galerías superpuestas con columnas que culminan en cuatro arcadas
cada una: de medio punto abajo y carpaneles arriba. El soportal inferior sirve de
continuidad a los de la plaza.
ERMITAS, CASTILLO, CONVENTOS Y CASONAS
Junto a la encrucijada superior de las dos únicas carreteras de acceso a Medinaceli-
Villa se encuentra la Ermita del Humilladero o de la Soledad, levantada en 1569 en
estilo renacentista, con ampliación de 1773. Su doble puerta es utilitaria: permitía que
los fieles siguieran los oficios en las grandes festividades desde fuera. En la hornacina
hay una venera (hospital de peregrinos hubo en la villa hasta comienzos del S.XX). En
su interior se enterró a difuntos hasta 1883, año en que el cementerio se instaló en el
interior de la fortaleza.
El castillo de Medinaceli, según El Rasis, era uno de los más imponentes. A nuestros
días llegaron tan sólo unos lienzos que han sido reconstruidos parcialmente. Tenía tres
torres semicirculares y la del homenaje, que es cuadrada. En su interior persiste hoy un
cementerio, como acontece en Vozmediano.
El convento de Santa Isabel, fundado en 1528, es el único que queda abierto. En su
fachada hispanoflamenca destacan las ventanitas conopiales y en su puerta de arco
escarzano el enmarcado cordón franciscano cual si fuera un alfiz. La iglesia es del
XVIII, aunque conserva una pequeña capilla gótica encantadora. En la clave central del
presbiterio verá un enigmático pentáculo mágico. Las monjas ya no hacen alfombras,
pero sí repostería que te recomiendo.
En este mismo Campo grande o de San Nicolás hay dos casas señoriales muy
similares y en las que la forja es uno elemento muy llamativo. En la plaza del Obispo
Minguella se halla el palacio de los marqueses de Casablanca, de sillería, y por lo
general en todas las calles encontrarás por doquier blasones, casas solariegas y de
labranza de los siglos XVI y XVII.
JUDÍOS Y BEATERIO DE SAN ROMÁN
Ya en 1187 consta documentalmente la existencia de judíos en Medinaceli, en la que
nacería, en 1248, Yosef ha Qatán bar Abraham Chiqatela, uno de los cuatro cabalistas
más importantes del medievo español y autor de Ginnat’egoz y del Shaaré Orá.
Los judíos medinenses estaban obligados a reparar la muralla desde el arco romano
hasta la Puerta de la Coz, y la aljama se presupone que debió estar desde el Palacio
Ducal hasta el actual y arruinado beaterio de San Román, junto al cual hay una nevera
que para unos es árabe y para otros judía.
Para Nicolás Rabal este beaterio (parroquia hasta 1558 y convento de jerónimas
hasta 1939) tiene una iglesia que deriva de una mezquita, mientras que otros opinan,
quizás con mayor acierto, que era una sinagoga. Sus tres naves rectangulares carecen de
ábside y presbiterio, y la orientación presupónese judía.
En julio de 1980 se descubrieron restos de los siglos XIII-XIV y se observó
claramente que sobre ellos estaba una viguería de otro templo anterior que debió ser la
sinagoga, y de los que se conservaban cuatro arcos apuntados que fueron cerrados en el
XVIII.
En una capilla del convento se guardaron en un arca, durante siglos, las reliquias de
los Cuerpos Santos, patronos de la villa desde que así lo determinó el cabildo, en 1627,
cuyas efigies de pie están en la parroquial.”
VÍAS, MOSAICOS Y MURALLAS
Hasta Medinaceli llegaba la vía 24 que unía Mérida con Zaragoza y también diversas
calzadas secundarias que la unían con Numancia, Uxama y Tiermes. Todas ellas
sirvieron como caminos durante siglos para peregrinos, comerciantes y guerreros.
La romanización comenzó a ser tal a partir del siglo I. De esta centuria y la siguiente
data posiblemente el arco romano, los cimientos de edificios privados en las Plazas
Mayor y Carmen, así como en la calle San Gil, donde debió asentarse el barrio judío.
Algunas estancias están pavimentadas con mosaicos -opus tesellatum- decorados con
numerosas y variadas figuras geométricas, entre las que sobresalen las swásticas solares
indoeuropeas que nos iremos encontrando en otros mosaicos y, antes, en la cerámica
celtibérica numantina (para Rene Guenon, la swástica simboliza el Polo Hiperbóreo de
la Edad Dorada). Igualmente resulta llamativo un mosaico en el que está representada la diosa fértil de la Tierra Madre, Ceres (se encuentra también en Rioseco de Soria y Santervás del Burgo), rodeada de círculos, rombos y junto con animales como el león, delfines, pantera, etc. Lo han fechado entre el siglo IV-V.
En cuanto a las murallas romanas sólo restan unos pequeños tramos. Romanos,
árabes y cristianos aprovecharías algunos lienzos que empalmaban con el arco romano.
ALJIBES
Los aljibes son pequeños depósitos subterráneos, de planta cuadrangular y cubierta de bóveda de medio cañón, construidos mediante encofrado con mortero rosáceo y piedras calizas.
El agua se extraía a través de un agujero circular, ubicado en el techo y protegido por un pequeño brocal. Las intervenciones arqueológicas efectuadas en algunos inmuebles no han podido documentar el tipo de canalización externa que conducía el agua de lluvia hasta su interior.
En Medinaceli se han localizado al menos once aljibes, la mayoría emplazados bajo edificios actuales. De origen romano, fueron reutilizados durante el medievo, momento en el que algunos se reformaron e incluso compartimentaron. También fue habitual la formación de nuevos accesos que facilitaban la entrada al interior del pozo, con el objeto de convertirlos en bodegas y almacenes.
CALZADA ROMANA
Medinaceli era paso obligado entre el valle del Ebro y la Meseta, discurriendo por sus inmediaciones la vía que unía Zaragoza con Mérida. Esta calzada aglutinó, a lo largo del valle del Jalón, diferentes caminos secundarios que desde distintos puntos del centro peninsular buscaban un paso hacia las tierras del Ebro.
No se conservan restos pues estos han desaparecido al superponerse las comunicaciones modernas.
En esta área, de la vía principal partían vías secundarias que unían el valle del Jalón con el del Duero y las ciudades de Numancia, Uxama y Clunia. También desde aquí partió Nobilior para atacar la Celtiberia.
Las calzadas romanas estaban construidas mediante la superposición de varias capas, de grandes piedras en la base y grava apisonada en la superficie. Su perfil era algo alomado para que el agua escurriera hacia las cunetas. Su uso continuado hasta nuestros días, ha hecho desaparecer su primitivo revestimiento.
El camino de La Canaleja probablemente fuese una de las calzadas romanas de acceso a la villa. Los sondeos arqueológicos realizados en diferentes puntos de su recorrido han determinado su anchura y su composición, pero no han aportado evidencias que determinen su adscripción cronológico-cultural.
COLMENARES
Hasta la introducción de la caña de azúcar, la miel fue el edulcorante utilizado desde tiempos remotos. En la comarca de Medinaceli se ha practicado la apicultura tradicional, al menos desde época romana hasta bien entrados los años 60, en los denominados “colmenares de hornos”.
Estos colmenares se alojan, por lo general, en el interior de pequeñas casetas de adobes o mampostería, con cubierta de cañizo y teja. También los hay que aprovechan salientes rocosos e incluso cárcavas arenosas para guarecerse. Se orientan a mediodía, situándose en lugares abrigados y resguardados del viento.
En el interior, sobre la pared meridional, se adosan unos nichos: son las colmenas u hornos. Están construidos de obra o con madera, asentados sobre un basamento de unos 50 cm de altura, para evitar la humedad, el ataque de pequeños animales y facilitar su extracción.
En la base de cada nicho, y hacia el exterior, se abren las piqueras, con sus plataformas de vuelo. Al interior, cada horno queda cerrado de forma individualizada con unas tablas o puertas, que se retiran para posibilitar el acceso a los panales en la época de cata, allá por enero.
Previamente al desarrollo de esta actividad, el colmenero se protege con ropa gruesa, careta y guantes. Para poder catar sin molestias, prende una pella de excremento de vaca, y con un fuella ahúma las abejas, pues el humo “las tranquiliza”. Corta los panales de miel con una barra larga terminada en un filo cóncavo, dejando parte de la producción en el horno, para que las abejas puedan sobrevivir durante el resto del invierno.
En cada pueblo había 4 o 5 de estos colmenares que surtían a sus dueños de la exquisita miel que se produce en la zona, debido a su abundante flora melífera: tomillos, jaboneras, romero, espliego, cardo rodador, ajedrea…Además, en tiempos de crisis, era un complemento más a la economía familiar.
Pero con la masiva emigración a las ciudades, los colmenares se fueron abandonando. En la actualidad, la mayoría han quedado en desuso o han sido derruidos. Son muy pocos los que todavía están en explotación, escasamente 5 o 6 colmenares de hornos siguen produciendo miel en la comarca.
SALINAS
Parece atestiguada su explotación desde época romana (siglo II d. C.). En la Edad Media se extraía agua salada de cuatro pozos que pertenecían al Obispo de Sigüenza, al Duque de Medinaceli, al Monasterio de Santa María y a un particular.
Se sacaba agua de los pozos con norias movidas por caballos y. A través de canales de madera, se conducía a los reposaderos donde, por evaporación lenta, ganaba en concentración. En verano se vertía en una albercas, con base de piedra, hasta una altura de 10 cm. El sol y el aire evaporan el agua, quedando la sal. Una vez por semana se removía la sal para impedir que se agarrara al suelo. Con rastros de madera se amontonaban los gruesos cristales sobre las calzadas, desde ahí se acarreaba hasta el almacén, donde quedaba lista para su venta. La sal se extraía desde mediados de mayo o junio hasta finales de septiembre o mediados de octubre.
En 1570 estaban en poder del duque de Medinaceli, que las cedió a la Corona. Ésta ejerció el monopolio hasta avanzado el siglo XIX cuando pasaron a manos privadas. En 1871, tras desamortizarlas, fueron vendidas por el estado a una sociedad privada. Posteriormente pasaron por varios propietarios más, hasta que dejaron de explotarse en 1994. En 2006 fueron declaradas aguas minero-medicinales.
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