FRANCISCO GRANDE COVIAN (Colunga (Asturias 1909-Madrid 1995). Francisco Grande Covián fue un médico e investigador español. Su trabajo principal fue en el área de nutrición y bioquímica, siendo fundador y primer presidente de la Sociedad Española de Nutrición. Hijo del Dr. Emilio Grande del Riego que ejercía de médico en Colunga y de Dña. Esperanza Covián. A los nueve años de edad se traslada a Oviedo por motivos laborales de su padre. En esta ciudad ingresa en el instituto y cursa bachillerato. Se traslada luego a Madrid para estudiar medicina. En este tiempo se instala en la Residencia de Estudiantes coincidiendo con la época dorada de esta institución. Se graduó en la facultad de medicina en 1931, con premio extraordinario de licenciatura; al año siguiente obtuvo su Doctorado también con las máximas calificaciones, sobresaliente en la Facultad de Madrid, y tras haber realizado algunos cursos en Alemania. Trabajó con el también asturiano Severo Ochoa en el laboratorio de fisiología del Dr. Juan Negrín. Durante este tiempo realiza varios viajes por Europa con los cuales logra ampliar su formación académica al relacionarse con importantes personajes tanto de la ciencia como de la investigación europea. Una vez estalla la Guerra Civil Española se dedica a la docencia en Valencia donde crea el Instituto de Alimentación de esa ciudad, del que fue subdirector. Una de las consecuencias de la guerra civil y de la posguerra fue la aparición del hambre y otros trastornos nutricionales, por lo que Grande Covián y Francisco Jiménez García estudian casos de pelagra, aun cuando la población no consumía maíz. En estos años de la guerra, y debido a su relación de los años de especialidad con Juan Negrín, debe refugiarse en Oviedo hasta el fin de la contienda. En ese año de 1939 se traslada nuevamente a Madrid y empieza a desarrollar su actividad dentro del Instituto Ibys trabajando en la preparación de vitaminas. En la década de los años cincuenta empieza a trabajar en Estados Unidos comenzando una prolífica carrera que se desarrolla desde 1954 hasta 1974 en la Universidad de Minnesota. Durante esta época realiza trabajos de gran calidad sobre nutrición para el ejército estadounidense. Regresa a España una vez acabada la dictadura y se instala de nuevo en Zaragoza, donde en los años cincuenta antes de su periplo por Estados Unidos había obtenido mediante oposición una cátedra de fisiología en la facultad de medicina de la Universidad de dicha ciudad. En este su regreso ocupa la cátedra de Bioquímica y Biología molecular del departamento de Bioquímica y Biología molecular y celular de la Facultad de Ciencias de Zaragoza. En 1986 es nombrado profesor emérito de la misma cátedra hasta el año de su fallecimiento en 1995. (Ver la reseña completa)
MARÍA PILAR DE MINGO RUIZ DE GORDEJUELA (Medinaceli 1896-Zaragoza 1998). Segunda hija del matrimonio formado por Enrique de Mingo, médico de Medinaceli, y Pura Ruiz de Gordejuela, hogar en el que nacieron nueve hijos, y de ellos sobrevivieron las siete hijas. Con diecisiete años (1913), terminó la carrera de Música y la especialidad de Arpa. El 2 de febrero de 1917, ingresó en el noviciado de Carabanchel. Tomó el hábito el 4 de abril de ese mismo año, y profesó en la Escuela Pía el 8 de abril de 1917. Terminado el juniorato (1920), se incorporó a la comunidad del colegio Calasanz de Zaragoza. De 1920 a 1934, permaneció allí como profesora, pero a partir del año 1924, alternó la tarea de las clases con responsabilidades de gobierno en la recién erigida provincia escolapia de Aragón (15 de diciembre de 1923) como Secretaria Provincial. (Ver la reseña completa).
ALMANZOR.Abu Amir Muhammad ibn Abi Amir, al-Mansur. Torrox ? 938 – Medinaceli 1002, Hayib de Córdoba (978-1002).
Descendiente de una familia árabe del Yemen, establecida en la región de Algeciras desde la conquista musulmana de la península ibérica, durante el califato de al-Hakam II ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca (967) o intendente del ejército del general Galib (972). En el 976, la prematura muerte de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisam II, un niño de tan solo 11 años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder.
Dos años más tarde, en el 978, y tras haber convertido a Hisam II en una marioneta política, y postergado a personajes tan influyentes como al-Mushafí y Galib, Almanzor se hizo nombrar hayib, una especie de mayordomo de palacio o primer ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.
Su primera decisión fue expulsar del ejército califal a la mayor parte de mercenarios eslavos, los cuales con el paso del tiempo, habían llegado a constituir una verdadera casta de privilegiados en la corte cordobesa, y sustituirlos por unos 20.000 beréberes reclutados por él mismo en el norte de África, medida que le proporcionó una enorme popularidad. Así mismo emprendió una profunda reestructuración de sus tropas, con el propósito de acabar con la organización tribal de éstas.
Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso), con el que pasaría a la historia. De hecho, se trataba de incursiones rápidas y devastadoras, realizadas durante los meses de primavera y verano, que tenían por objeto sembrar el terror entre los habitantes de los reinos cristianos del norte peninsular, hacerse con bienes materiales y sobre todo capturar esclavos, en especial mujeres. Así, por ejemplo, asoló Salamanca (977), venció a los ejércitos coligados de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de Gormaz, Langa y Estercuel (977) y en la de Rueda (978), saqueó Barcelona (985), arrasó Coimbra, León y Zamora (987 y 988), asaltó Osma (990) y castigó Astorga (997).
La gesta más memorable del caudillo árabe se produjo, sin embargo, el 11 de agosto del 997, cuando destruyó Santiago de Compostela (sólo respetó el sepulcro del apóstol) y obligó a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba. Sabemos que Almanzor falleció a los 65 años, el 9 de agosto de 1.002 y, según la Historia legionensis: «Fue arrebatado en Medinaceli, ciudad importante, por el demonio que le había poseído en vida y fue sepultado en el infierno». La propaganda política de la época, posiblemente, no podía permitirse que quien había sido el azote del cristianismo muriera viejo, invicto y tranquilamente en su cama. Debía crearse una épica para fortalecer los ánimos de los combatientes en la zona fronteriza y que la muerte de Al- Mansur fuera debida a las heridas sufridas en la batalla de Calatañazor donde, según el dicho popular, Almanzor perdió su tambor. El creador de esta falsa historia parece ser el obispo Lucas de Tuy, el Tudense, que dos siglos después, en 1.236, en su Chronicon Mundi escribió: «En Calatañazor perdió Almanzor el atambor, que quiere decir su alegría. Viniendo a él todos los bárbaros de Córdoba… Mas Almanzor, desde ese día que fue vencido, nunca quiso comer ni beber y llegando a la ciudad de Medinaceli murió”. Sin embargo la historia ha desmentido esta versión mantenida durante casi 10 siglos. El Tudense enlaza la batalla de Calatañazor con el regreso hacia la capital del Califato tras saquear Santiago, lo que implica un desfase de 5 años entre los dos hechos y por lo tanto elimina toda posibilidad de continuidad. El anacronismo de los hechos también está en los nombres de los Reyes o nobles que cita al frente de la batalla de Calatañazor Vermudo II El Gotoso (r. 985–999 d.C.) el conde García Fernández (r. 970-995 d.C.) y a García Sánchez II El Tembloroso de Navarra (r. 994 -1000 d.C.), ya que los tres habían fallecido en 1002, cuando se disputó la contienda.
En realidad hasta el siglo XII se desconocía el topónimo Calatañazor y sobre la batalla no había ninguna referencia. El arabista Rheinard Dozy (1820-1883) fue el primero en desmontar las versiones de El Tudense, también compartidas por Rodrigo Jiménez de Rada, argumentando que para el cristianismo era inadmisible que Almanzor profanara el sepulcro del apóstol Santiago, se llevara las campanas del templo y no sufriera ningún castigo divino. La propaganda político-religiosa funcionó de maravilla. Menéndez Pidal vinculó el mito de Calatañazor con la batalla de Cervera, donde las tropas cristianas dirigidas por el conde de Castilla en julio del año 1.000 estuvieron a punto de derrotar a las tropas árabes, según el relato del historiador árabe Ibn al-Jatib. Sancho García había formado un gran ejército al que se sumaron los señores vascones y leoneses. En el macizo montañoso de Peña Cervera, a 1.415 metros de altitud, las tropas cristianas estaban protegidas por la naturaleza y ejercieron una fuerte presión sobre las dos alas del ejército del Califato, que se vio impotente para frenar la presión de sus rivales. Cuando la derrota era evidente, Almanzor ordenó a su ejército replegarse hacia una colina próxima y los generales cristianos interpretaron el movimiento como la llegada de fuerzas de reserva y empezaron a desplegarse desordenadamente, de manera que la batalla cambió totalmente de signo. Dada la proximidad del escenario de esta contienda con Calatañazor (60 kilómetros) y que se tratara de la única ocasión donde Almanzor estuvo a punto de perder, la leyenda caló en la historia.
El objetivo de la última razzia era el territorio del Conde castellano Sancho García, cuya vida desearía cobrarse el alhagib. Ahora bien, Almanzor, muy alcanzado por la enfermedad que había de acabarle, pues con toda certeza debía ser ya víctima de la gota tofácea crónica, se vio obligado, mal de su grado, a dar su aceifa por finalizada prematuramente, sin haber culminado los objetivos previamente establecidos en Córdoba. El implacable alhagib desanduvo el camino recorrido, cualquiera que fuese éste, pues casi nada se dice en las crónicas respecto a ese extremo, y, rodeado por sus tropas, regresó hacia Medinaceli postrado en su litera articulada, a hombros de su guardia de saharianos, sin que en ningún momento cesase de lamentar su postración o de quejarse del insoportable hedor que sus porteadores desprendían. Con su astucia y diligencia habituales, y aún a pesar de que, a la sazón, su aspecto físico debía ser lamentable, a causa de los desagradables y llamativos síntomas de su enfermedad, consiguió que el grueso de sus tropas ignorase la gravedad del mal que le afligía y dedicó sus últimas horas de vida a proporcionar algunos consejos de gobierno a su hijo mayor ‘Abd al- Malik.
Falleció durante la noche del veintisiete de ramadán del año trescientos noventa y dos de la Hégira, que correspondió con la noche del nueve al diez de Agosto del año mil dos de la Era Cristiana. Fué amortajado y enterrado sin tardanza en el patio del alcázar de Medinaceli.
(Ver reseña completa). Biografías de la Real Academia de la Historia, otra visión más realista (enlace). Artículo de Wikipedia (enlace).