Almanzor

ALMANZOR

Abu Amir Muhammad ibn Abi Amir, al-Mansur. Torrox ? 938 – Medinaceli 1002, Hayib de Córdoba (978-1002).
Descendiente de una familia árabe del Yemen, establecida en la región de Algeciras desde la conquista musulmana de la península ibérica, durante el califato de al-Hakam II ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca (967) o intendente del ejército del general Galib (972). En el 976, la prematura muerte de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisam II, un niño de tan solo 11 años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder.
Dos años más tarde, en el 978, y tras haber convertido a Hisam II en una marioneta política, y postergado a personajes tan influyentes como al-Mushafí y Galib, Almanzor se hizo nombrar hayib, una especie de mayordomo de palacio o primer ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.
Su primera decisión fue expulsar del ejército califal a la mayor parte de mercenarios eslavos, los cuales con el paso del tiempo, habían llegado a constituir una verdadera casta de privilegiados en la corte cordobesa, y sustituirlos por unos 20.000 beréberes reclutados por él mismo en el norte de África, medida que le proporcionó una enorme popularidad. Así mismo emprendió una profunda reestructuración de sus tropas, con el propósito de acabar con la organización tribal de éstas.
Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso), con el que pasaría a la historia. De hecho, se trataba de incursiones rápidas y devastadoras, realizadas durante los meses de primavera y verano, que tenían por objeto sembrar el terror entre los habitantes de los reinos cristianos del norte peninsular, hacerse con bienes materiales y sobre todo capturar esclavos, en especial mujeres. Así, por ejemplo, asoló Salamanca (977), venció a los ejércitos coligados de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de Gormaz, Langa y Estercuel (977) y en la de Rueda (978), saqueó Barcelona (985), arrasó Coimbra, León y Zamora (987 y 988), asaltó Osma (990) y castigó Astorga (997).
La gesta más memorable del caudillo árabe se produjo, sin embargo, el 11 de agosto del 997, cuando destruyó Santiago de Compostela (sólo respetó el sepulcro del apóstol) y obligó a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba. Sabemos que Almanzor falleció a los 65 años, el 9 de agosto de 1.002 y, según la Historia legionensis: «Fue arrebatado en Medinaceli, ciudad importante, por el demonio que le había poseído en vida y fue sepultado en el infierno». La propaganda política de la época, posiblemente, no podía permitirse que quien había sido el azote del cristianismo muriera viejo, invicto y tranquilamente en su cama. Debía crearse una épica para fortalecer los ánimos de los combatientes en la zona fronteriza y que la muerte de Al- Mansur fuera debida a las heridas sufridas en la batalla de Calatañazor donde, según el dicho popular, Almanzor perdió su tambor. El creador de esta falsa historia parece ser el obispo Lucas de Tuy, el Tudense, que dos siglos después, en 1.236, en su Chronicon Mundi escribió: «En Calatañazor perdió Almanzor el atambor, que quiere decir su alegría. Viniendo a él todos los bárbaros de Córdoba… Mas Almanzor, desde ese día que fue vencido, nunca quiso comer ni beber y llegando a la ciudad de Medinaceli murió”. Sin embargo la historia ha desmentido esta versión mantenida durante casi 10 siglos. El Tudense enlaza la batalla de Calatañazor con el regreso hacia la capital del Califato tras saquear Santiago, lo que implica un desfase de 5 años entre los dos hechos y por lo tanto elimina toda posibilidad de continuidad. El anacronismo de los hechos también está en los nombres de los Reyes o nobles que cita al frente de la batalla de Calatañazor Vermudo II El Gotoso (r. 985–999 d.C.) el conde García Fernández (r. 970-995 d.C.) y a García Sánchez II El Tembloroso de Navarra (r. 994 -1000 d.C.), ya que los tres habían fallecido en 1002, cuando se disputó la contienda.
En realidad hasta el siglo XII se desconocía el topónimo Calatañazor y sobre la batalla no había ninguna referencia. El arabista Rheinard Dozy (1820-1883) fue el primero en desmontar las versiones de El Tudense, también compartidas por Rodrigo Jiménez de Rada, argumentando que para el cristianismo era inadmisible que Almanzor profanara el sepulcro del apóstol Santiago, se llevara las campanas del templo y no sufriera ningún castigo divino. La propaganda político-religiosa funcionó de maravilla. Menéndez Pidal vinculó el mito de Calatañazor con la batalla de Cervera, donde las tropas cristianas dirigidas por el conde de Castilla en julio del año 1.000 estuvieron a punto de derrotar a las tropas árabes, según el relato del historiador árabe Ibn al-Jatib. Sancho García había formado un gran ejército al que se sumaron los señores vascones y leoneses. En el macizo montañoso de Peña Cervera, a 1.415 metros de altitud, las tropas cristianas estaban protegidas por la naturaleza y ejercieron una fuerte presión sobre las dos alas del ejército del Califato, que se vio impotente para frenar la presión de sus rivales. Cuando la derrota era evidente, Almanzor ordenó a su ejército replegarse hacia una colina próxima y los generales cristianos interpretaron el movimiento como la llegada de fuerzas de reserva y empezaron a desplegarse desordenadamente, de manera que la batalla cambió totalmente de signo. Dada la proximidad del escenario de esta contienda con Calatañazor (60 kilómetros) y que se tratara de la única ocasión donde Almanzor estuvo a punto de perder, la leyenda caló en la historia.
El objetivo de la última razzia era el territorio del Conde castellano Sancho García, cuya vida desearía cobrarse el alhagib. Ahora bien, Almanzor, muy alcanzado por la enfermedad que había de acabarle, pues con toda certeza debía ser ya víctima de la gota tofácea crónica, se vio obligado, mal de su grado, a dar su aceifa por finalizada prematuramente, sin haber culminado los objetivos previamente establecidos en Córdoba. El implacable alhagib desanduvo el camino recorrido, cualquiera que fuese éste, pues casi nada se dice en las crónicas respecto a ese extremo, y, rodeado por sus tropas, regresó hacia Medinaceli postrado en su litera articulada, a hombros de su guardia de saharianos, sin que en ningún momento cesase de lamentar su postración o de quejarse del insoportable hedor que sus porteadores desprendían. Con su astucia y diligencia habituales, y aún a pesar de que, a la sazón, su aspecto físico debía ser lamentable, a causa de los desagradables y llamativos síntomas de su enfermedad, consiguió que el grueso de sus tropas ignorase la gravedad del mal que le afligía y dedicó sus últimas horas de vida a proporcionar algunos consejos de gobierno a su hijo mayor ‘Abd al- Malik (ver artículo).
Falleció durante la noche del veintisiete de ramadán del año trescientos noventa y dos de la Hégira, que correspondió con la noche del nueve al diez de Agosto del año mil dos de la Era Cristiana. Fué amortajado y enterrado sin tardanza en el patio del alcázar de Medinaceli (ver artículo). Biografías de la Real Academia de la Historia, otra visión más realista (enlace). Artículo de Wikipedia (enlace).

CALIFATO DE CÓRDOBA A LA MUERTE DE ALMANZOR

Tras la muerte de Almanzor en el año 1002, el Califato de Córdoba, que había alcanzado su apogeo bajo su mandato, empezó a desmoronarse debido a una serie de crisis internas y conflictos sucesorios. Aquí hay un resumen de los eventos clave en el Califato de Córdoba después de la muerte de Almanzor:
1.- Sucesión y Gobierno de Abd al-Malik:
– Abd al-Malik al-Muzaffar (1002-1008): Tras la muerte de Almanzor, su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar asumió el poder y continuó con la política de su padre, pero sin la misma eficacia. Aunque logró mantener cierta estabilidad, su gobierno fue corto.
2.- Conflictos Internos:
– Abd al-Rahman Sanchuelo (1008-1009): Otro hijo de Almanzor, Abd al-Rahman Sanchuelo, también conocido como Sanchuelo, sucedió a su hermano pero rápidamente perdió el control debido a su impopularidad y arrogancia. Fue asesinado en una revuelta en 1009.
3.- Fitna de al-Ándalus:
– Guerra Civil (Fitna) (1009-1031): La muerte de Sanchuelo marcó el inicio de una guerra civil conocida como la Fitna de al-Ándalus. Varios aspirantes al trono se enfrentaron, lo que llevó a un periodo de gran inestabilidad y fragmentación del poder. Durante esta época, diferentes facciones, incluyendo los omeyas, bereberes y esclavos saqaliba, lucharon por el control del califato.
4.- Declive y Fragmentación:
– Desintegración del Califato: La guerra civil debilitó gravemente el califato, y muchas taifas (reinos independientes) surgieron como resultado de la desintegración del poder central. Para 1031, el Califato de Córdoba dejó de existir oficialmente, dando paso a la era de los reinos de taifas.
5.- Consecuencias:
– Reinos de Taifas: El colapso del califato resultó en la formación de numerosos reinos de taifas que, aunque culturalmente ricos, eran políticamente débiles y fragmentados. Esta fragmentación facilitó posteriormente las conquistas de los reinos cristianos del norte durante la Reconquista.
Resumen:
El periodo tras la muerte de Almanzor fue uno de caos y fragmentación para el Califato de Córdoba. La incapacidad de sus sucesores para mantener el poder y la unidad del califato llevó a una guerra civil devastadora que, finalmente, resultó en la desaparición del Califato de Córdoba y la creación de los reinos de taifas, cambiando significativamente la dinámica política y territorial de la península ibérica.